En reiteradas ocasiones y en muy variados contextos, hemos tenido la oportunidad de plantearnos, colectiva o individualmente, la enorme cantidad de contradicciones y falencias que constituyen nuestro qué hacer diario. La universidad se ha convertido en un espacio que no se conforma con el objetivo de entregar abundante y consistente conocimiento, sino en un medio limitado para propagar la idea de la promoción social a través del cartón representativo de un título.
Para quienes apostamos por una formación coherente con nuestras expectativas, en la que la educación tenga un sentido que supere el paradigma de la mercantilización[1] y sea capaz de hacer del conocimiento un bien social, útil para todos los sujetos que conforman esta comunidad, la tarea se nos pone difícil.
Elegir una profesión que pone especial énfasis en la educación, como medio para la formación de sujetos pensantes, críticos y comprometidos, es también elegir una carrera por el derecho al conocimiento. Hoy tenemos una abultada lista de reclamos que hacerle a nuestra carrera, desde los problemas con los docentes hasta la estructuración deficiente de una malla curricular sin objetivos claros, pero creemos que la forma más adecuada de resolver estos problemas, no es la pasividad, la indiferencia ni la crítica fácil y barata. Hacer una crítica es comprometerse con la búsqueda de las soluciones posibles para la resolución del problema y, en este sentido, decir que en la educación -que en nuestra carrera- se ha desalojado el conocimiento, es decir que debemos hacernos cargo de la generación del mismo.
Nuestra carrera tiene características particulares que no aprovechamos. Como estudiantes no tenemos representatividad en los ámbitos académicos, no tenemos un medio de construcción de conocimiento colectivo, criticamos permanentemente la educación tradicional del profesor autoritario y somos impávidos espectadores de los contenidos que se nos entregan en el aula. Es momento de hacernos cargo, de legitimar otros espacios de conocimiento. Nos lo decimos cada día y nunca lo hacemos tangible: el aula no es el único espacio de aprendizaje.
Esta revista aspira a constituirse como un espacio de expresión de ideas, de crítica, de generación de conocimiento y de sociabilización del mismo. Agradecemos infinitamente las no pocas críticas que recibimos al primer número y les presentamos el nuevo formato, que pretende abrir el universo de temas a tratar -pues nuestro conocimiento es ilimitado y enriquecedor en todas sus aristas- e incluir una parte importante de los estudiantes de nuestra carrera a través de la creación literaria.
[1] Entendiendo que hoy compramos conocimiento de pésima calidad en Universidades, Institutos Profesionales, Centros de Formación Técnica, Colegios…
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