Por Manuel Pardo Bustamante
Para hablar de una ciudad hay que contextualizarla como el lugar principal y más importante donde se dan las relaciones e interacciones entre los sujetos que la habitan, recordando también que en los asentamientos vive la mayor cantidad de la población mundial.
Los acontecimientos que ocurren en el marco de las ciudades (revoluciones, revueltas populares, eventos culturales, golpes terroristas, etc.)son los que de una u otra manera van normando el curso de las sociedades modernas y se convierten en los ejes principales para el desarrollo de las mismas.
Las ciudades en su estructura física, como están divididas, construídas o repartidas en un espacio determinado, reflejan el modo de organización grupal de sus "ciudadanos" habitantes. En el caso de las ciudades de Chile, particularmente Santiago, muestran una fuerte fragmentación de los espacios físicos, donde se hacen evidentes las diferencias entre las personas y se divide a los privilegiados del sistema económico de los marginados del mismo, dejando a estos últimos sin la más mínima posibilidad de aprovechar algún beneficio del desarrollo.
Ante este panorama, también se complican los ejercicios de ciudadanía de los que se jactan los demócratas del gobierno centra y por supuesto también, privilegiados del sistema económico y del espacio físico urbano. Las diferencias entre un sector y otro no se reducen a la estructura de las casas o la mayor o menor cantidad de áreas verdes, también se evidencian en los resultados de las pruebas estandarizadas en educación y la mala evaluación de los sistemas de salud públicos de las zonas, siempre peor atendidas, siempre dejadas de lado.
Esta fragmentación en las ciudades se convierte en una diferenciación entre sus habitantes, los diversos sectores generan subdivisiones entre los ciudadanos, quienes utilizan códigos de habla y comportamiento distintos, a partir de ello se produce un desconocimiento entre quienes comparten un mismo lugar de residencia. Dichas situaciones se traducen en el temor y prejuicio obvio ante lo desconocido y es allí donde se instaura el miedo al otro aun cuando, por lógica, no se debería excluir ni evitar la comunicación entre los habitantes de un mismo lugar.
Como una forma de favorecer la descomposición no sólo física o geográfica de las ciudades, sino también social, el miedo a nuestros vecinos coarta cualquier tipo de medida organizativa o colaborativa entre los ciudadanos, disminuyendo de sobremanera toda instancia de participación activa entre los mismos.
Sin entrar en una negación de los problemas evidentes en ciertos sectores de las ciudades, las medidas gubernamentales se enfrascan en numerosos intentos (que claramente logran) por dividir a sus habitantes, fortaleciendo la diferenciación de unos con otros y fomentando el fraccionamiento de los mismos, así, el habitante de otra comuna se construye bajo la visión del poder como un sujeto violento y peligroso, para lo que existen miles de recursos televisivos encargados de fijar de mejor manera dicha imagen en nuestra cotidianeidad.
El miedo al prójimo es la manifestación más concreta de la atomización sufrida por nuestra sociedad, gracias a este miedo surgen los vecino-victimario, esos seres con los que has convivido toda una vida, pero que de un día para otro, gracias a la acción sediciosa de la prensa y los medios de comunicación, avalados por el gobierno, se convierte en tu enemigo, puesto que ahora tu nuevo barrio está compuesto por los integrantes del último programa juvenil.
La educación que nos han impartido, se sustenta en la negación de las similitudes con el otro y el prejuicio al que el desconocimiento conlleva, es precisamente el desconocimiento el que nos permite estar al tanto de las realidades de quienes conviven con nosotros y nos quedamos con el prejuicio. El llamado es a descubrir en el otro no al estereotipo fijo que la televisión y los otros medios de prensa nos entregan, y que evidentemente se alojan bajo la visión hegemónica de nuestra sociedad, sino a vincularnos con las realidades que, sin ser tan lejanas, nos parecen totalmente ajenas.
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