martes, 28 de junio de 2011

Artículo

Diversidad, una cuestión de principio



Traté de escribir este artículo al estilo académico. Pero no me resultó y vaya a saber uno por qué. Diversidad, un tema, en esencia, bastante amplio por lo demás. No, definitivamente aquí sobran los papers, los abstracts, las key words y todo tipo de extranjerismo gringueado y tan divinizado por la academic comunity of Chile. Todo eso está demás. Vamos a hablar como quien habla con la vieja de la esquina, la misma que le sabe los cahuines a medio mundo y anda parando la oreja a cada hora después de la telenovela de las tres. Una suerte de ensayo sin sus formalidades respectivas.

No voy a abordar la diversidad en sus estados más diversos. Eso sería una locura. Un mamotreto de palabras y párrafos de nunca acabar. ¡Qué aburrido! Dejémosles esa tarea a los amantes de las formalidades de importación. Yo no tengo tiempo para tonterías.

Empecemos por un principio básico. ¿Qué es el rojo sin el azul? Nada. ¿O el verde sin el rosa? Nada tampoco. ¿O el amarillo sin el gris, ni el naranjo, ni el celeste, ni el violeta, ni el…? ¡Nada! Así como una P vale en cuanto no es ni S, ni E, ni M, ni etc. Se necesitan entre ellas para ser algo. Cada componente de un conjunto es y tiene razón de ser gracias a la existencia de una diversidad de componentes que se le oponen. ¡Exacto! Es el principio de oposición. Yo valgo en cuanto no soy ni este, ni aquel, ni ese otro. La diversidad es necesaria, señores, señoras. Sin ella no somos nada, nadie es nada. Bien. Principio básico establecido. Ustedes pueden llevar este concepto a sus realidades diversas. Saussure lo probó con el ajedrez. Háganlo ustedes con lo que se les ocurra. Las personas en una sociedad, por ejemplo, y vean cómo les resulta.

Ahora que sabe todo esto, no me venga con absolutismos, ni nacionalismos, ni racismos, ni cualquier otro tipo de discriminación que atente contra el principio básico de diversidad. Sí está permitida la homofobia, no se asuste. Aunque es repugnante, pero tratable según mi modo de ver. No desespere si no es capaz de soportar a tanto maricón rondando su territorio. Tranquilo que ya han encontrado una cura para el cáncer.

No quiero seguir escribiendo. Son la una de la mañana y debo levantarme temprano porque tengo ensayo a eso de las diez. Estoy estresado y escribo por compromiso, no por gusto.

¿Quieren saber de diversidad? Salgan a la calle un rato y dedíquense a observar, a contemplar, a mirar con atención lo que tienen a su alrededor. No tengo por qué estar hablando si lo tienen todo frente a sus narices. Pueden empezar mirando a la gente con quien comparten el Metro, después de todo, o nada, el tren subterráneo siempre está lleno, a toda hora, no hay tregua para nadie. O podrían hacer el ejercicio de comprar El Mercurio y el The Clinic en una misma semana. Leer ambos y pensar al respecto. Vamos, qué no es tan difícil aprender un poco acerca de la diversidad. Y si quieren ser más osados pueden comprar tres diarios o esperar a que les regalen La Hora o el Publimetro a la salida de algún metro. ¡Salgan al mundo! ¡Abandonen las cuatro paredes que los encarcelan del paisaje exterior! No es tan difícil y, de vez en cuando, suele ser algo divertido.




Francisco García Mendoza

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